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Neuromanagement: Nuestros Tres Cerebros, por Estanislao Bachrach

Fuente: Ágilmente, por Estanislao Bachrach

La diferencia esencial entre la emoción y la razón es que la emoción te lleva a la acción y la
razón a las conclusiones.

Tenemos tres cerebros conviviendo dentro de nosotros . Si estudiamos la evolución de los animales, podremos decir de manera en extremo simplificada que antes que primates y humanos fuimos simples mamíferos y antes que eso, reptiles. Guardamos un cerebro lagartija-ardilla-mono en la cabeza, que da forma a nuestras reacciones. Esto se conoce como el “cerebro triuno” y es uno de los diferentes modelos que usan los científicos para describir la organización jerárquica de las estructuras cerebrales. Es como pensar en la construcción de una casa: los cimientos van primero (reptil), luego las paredes (ardilla) y al final el techo (mono), pero todas estas estructuras son parte de la misma construcción. La parte más antigua del cerebro, la lagartija o cerebro reptiliano, tiene unos quinientos millones de años y regula principalmente todo lo que tiene que ver con nuestros controles centrales: respiración, sueño, despertar, ritmo cardíaco, etcétera. 


La ardilla o cerebro límbico tiene unos doscientos millones de años y se responsabiliza de todo lo que tiene que ver con nuestra supervivencia animal más que con nuestro potencial humano: correr o pelear en ciertas circunstancias extremas, alimentarse, reproducirse. Aquí se encuentra una parte central de nuestras emociones: la amígdala —que nada tiene que ver con las de la garganta—, que nos permite sentir enojo, miedo y placer. Es responsable de la creación de las emociones y de los recuerdos que ellas generan. Además, en este cerebro están el hipocampo, que convierte la memoria a corto plazo en largo plazo, y el tálamo, que funciona como una torre de control de los sentidos. 

Estos dos cerebros son los más antiguos y regulan nuestro comportamiento como personas. Por encima de estos dos cerebros, como si fuera una catedral, está el cerebro más humano, el córtex, que apareció unos cien mil años atrás. Observen la diferencia en edades de estas estructuras, es como haber vivido en una casa sin techo durante millones de años. El córtex está altamente especializado en la visión, el habla, la memoria y todas las funciones ejecutivas.

SOMOS SERES EMOCIONALES

Durante muchos años creímos ser “seres racionales (córtex) con sentimientos (límbico)”. 

Hoy, los científicos acuerdan que el interruptor central del cerebro es nuestra parte emocional.

Somos seres emocionales que aprendimos a pensar, y no máquinas pensantes que sentimos. Esto tiene lógica si pensamos que el límbico lleva más de doscientos millones de años sobre la Tierra y el córtex apenas cien mil años. La emoción tiene más dominio sobre nuestra razón. Por esto, muchísimas de las decisiones que tomamos en la vida son no conscientes; la gran mayoría de ellas está dominada por ráfagas de emociones (algunas liberadas de nuestra memoria, otras por emociones nuevas). Muchas veces nuestro consciente racional justifica decisiones que ya habíamos tomado antes de ser conscientes de ellas. En definitiva, el botón cerebral para comportarnos frente a las variadas situaciones cotidianas está más influido por nuestras emociones que por la razón.

Luz, cámara, acción… ¡córtex!
Pensá a la mañana.
Actuá al mediodía.
Comé a la tarde.
Dormí a la noche.

WILLIAM BLAKE


¿Cómo se nos ocurren las ideas?
La creatividad se alimenta de ideas, y éstas provienen de alguna parte. Las ideas se crean en el cerebro, nuestra mente. Uno de los trabajos más interesantes para explicar la aparición de las ideas es “Neurociencia cognitiva y el estudio de la memoria”, de Eric Kandel, ganador del Premio Nobel en Fisiología y Medicina en el año 2000, por esta contribución. 

El doctor Kandel y sus colaboradores proponen un nuevo modelo del cerebro, el de la “memoria inteligente”. Desde la aparición de este último, la mayoría de los neurocientíficos ha dejado de aceptar la teoría del doctor Roger Sperry sobre los dos hemisferios, derecho e izquierdo, del cerebro. 


En la teoría de Kandel, el análisis y la intuición trabajan de manera simultánea en todos los modelos de pensamiento. No hay tal
cerebro izquierdo ni cerebro derecho. Sólo existe el aprendizaje y el recuerdo, los cuales trabajan en diferentes combinaciones en todo lo largo del cerebro.

Para no abrumarlos con complejidades científicas, la teoría dice más o menos lo siguiente: desde el momento en que nacemos, todo, absolutamente todo lo que nos sucede en la vida queda registrado en algún lugar del cerebro, llamémoslo memoria inteligente. No sólo nuestras experiencias, sino todo lo que aprendemos: lo que leemos, lo que vemos, lo que nos cuentan. Una forma visual que me gusta usar para entender esta teoría es imaginarse que el cerebro está lleno de cajones y que cada cosa o evento que nos sucedió, que aprendimos, quedó guardado en algún cajón, en nuestra “memoria inteligente”: el cerebro como una cajonera.

CREATIVIDAD

¿Sabías que una de las actividades que más energía consume en el cerebro es la de pensar cosas que nunca antes hemos visto? Es también por esto que resulta tan difícil pensar cosas nuevas.
Los cajones comienzan a abrirse y cerrarse, y los recuerdos en ellos se conectan de manera azarosa.
Y cuanto más relajados estemos, más se abren y se cierran y se interconectan. Cuando esto ocurre en algún momento particular del día o de la noche, tenemos “más” ideas que en el resto de la jornada.
Esto depende mucho de cada persona: en la ducha, yendo a correr, haciendo deporte, en el auto manejando, en el subte o en el colectivo, jugando o hamacando a tu hija en la plaza. Son momentos de claridad mental.


Beethoven experimentaba con setenta versiones diferentes de una frase musical antes de quedarse con la definitiva. “Hago muchos cambios, rechazo y pruebo de nuevo, hasta que estoy satisfecho”, le decía a un amigo. Es completamente normal el constante refinamiento de tus ideas hasta encontrar la que suene mejor para vos.

Esto lo entienden muy bien algunas empresas muy innovadoras. Les dan a sus empleados tiempo libre en espacios flexibles, amplios, luminosos, agradables con tiempo para imaginar el futuro. Allí, más relajados, sin la necesidad imperativa de estar apagando el incendio de la rutina, saben que tendrán más ideas. Por una cuestión de estadística matemática —como ya hemos discutido—, cuantas más ideas tenemos, más chances o más posibilidades de que alguna sea creativa. Si la organización es generosa con los empleados, éstos son generosos con la organización.

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