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Cambio Tecnológico y Mercado Laboral ¿Dónde han de Trabajar Nuestros Hijos?

Fuente: Clarin

Difícilmente nuestro tatarabuelo se hubiese preguntado “¿de qué van a trabajar mis hijos?”. Él sabía que el medio rural, en que se crió, seguiría siendo el hogar de sus hijos y que la familia seguiría siendo el núcleo económico para la subsistencia de todos. Sus descendientes no tuvieron la suerte prevista por su padre: emigraron a la ciudad o a América, porque el campo expulsó a sus hijos. Muchos trabajadores industriales de los ‘60 o inicios de los ‘70 confiaban en que sus hijos encontrarían empleo en una fábrica similar a la que los vio trabajar. Pocos tuvieron esa suerte, muchos de sus hijos trabajan en empresas de servicios y, si no estudiaron,empezaron una saga de changas, informalidad y exclusión que fue continuada por los jóvenes de hoy.

Salvo las tareas domésticas, y a diferencia de nuestros tatarabuelos, todo el trabajo se destina al mercado, no hay producción para el autoconsumo. El trabajo mismo es un mercado.
Los cambios en el mercado de trabajo son resultado del cambio tecnológico que se produce, principalmente, en los países donde predominan los empleos de la sociedad del conocimiento. Actualmente esos países están produciendo cambios que van a afectar a muchos empleos en todo el mundo.

Hay cinco formas de vinculación de las personas con el mercado de trabajo: 1) siendo parte de la sociedad del conocimiento, 2) con sueldos bajos, 3) explotando recursos naturales, 4) vendiendo servicios a alguno de los tres primeros o, simplemente, 5) siendo excluidos del mercado y del trabajo. En todos los países del mundo conviven las cinco formas de vinculación con el mercado de trabajo. Pero según cuál es la forma predominante, el país encuentra un mayor o menor equilibrio social.
Hay excluidos cuando la dimensión de los empleos ligados al conocimiento, a los sueldos bajos o a la explotación de recursos naturales, no son suficientes como para sostener al sector de los servicios simples que pueden ser abastecidos por personas de menor calificación laboral. Taxistas, mozos, cocineros, profesores de gimnasia, cadetes, masajistas, empleados de comercio, peluqueros, etc. viven de la demanda de servicios de aquellos que producen bienes y servicios ligados al mercado internacional.


Innovaciones en curso o que se van a incorporar en los próximos años van camino de pulverizar muchos puestos de trabajo. Autos sin chofer, delivery de productos con drones, producción fabril sin mano de obra directa, compras por internet, supermercados sin cajeros, diarios y libros sin papel van a generar una disrupción en la cantidad de empleos de baja calificación similar a la que se vivió en los comienzos de la revolución industrial, cuando millones de personas se vieron obligadas a emigrar a América. Con una diferencia: los nuevos empleos que se generan requieren niveles de calificación cada vez mayores y más difíciles de alcanzar. Todos los países están viendo un aumento de la inequidad y la exclusión.


El problema es que los excluidos miran a la sociedad del conocimiento desde la vidriera y sin poder entrar, pero por el otro lado son seres humanos que aman, desean un destino mejor, votan, saben usar celulares, redes sociales y kalashnicov´s, quemarse en las plazas o hacer piquetes. Y –a falta de mejores opciones– pueden aprender rápido a distribuir droga, a robar o a matar. Por eso, la gobernabilidad democrática en el siglo XXI depende del porcentaje de excluidos y de la forma como cada país procesa la exclusión de parte de sus ciudadanos.
Por eso también, la competencia global entre los países pasó a estar centrada en la calidad y la equidad de los sistemas educativos, para que la mayor cantidad posible de jóvenes estén en condiciones de participar de la sociedad del conocimiento, innovando y emprendiendo nuevas empresas.

Países como el nuestro, centrados en los recursos naturales, son los que tienen el mayor desafío, porque el ingreso masivo de dólares provenientes de actividades con poco empleo provoca valuaciones de sus monedas que impide el camino de la inclusión social a través de sueldos bajos. Por eso son países con mayor inequidad social, y donde resulta más urgente otorgar la primera prioridad a la calidad y equidad educativa.
Educación, innovación, desarrollo de nuevas empresas basadas en el conocimiento es el desafío de la democracia argentina. De ello depende la posibilidad de su continuidad. Y de ello también depende la respuesta a la pregunta: “¿de qué van a trabajar nuestros hijos?”


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