El empresario
norteamericano Douglas Tompkins desarrolló la primera estación experimental de
agricultura orgánica en Entre Ríos y la define como el principio de la nueva
economía.
Douglas Tompkins es
un ecologista y filántropo estadounidense que se dedica a la conservación,
restauración y activismo medioambiental. A diferencia de muchos
conservacionistas, Tompkins además ha sido siempre un activista. A través de
Foundation for Deep Ecology (FDE), ha publicado una serie de libros activistas
sobre diversos temas ambientales, como incendios forestales, la tragedia de la
agricultura industrial, ganadería, y la tragedia de la silvicultura industrial.
Sumado a esto, FDE tiene una larga historia en la entrega de financiamiento a
través de postulaciones, para áreas como la conservación de la biodiversidad.
Como activista que
es, su innovación a contracorriente esconde una intención aleccionadora:
generar esquemas agrarios sustentables para ser imitados, e introducir, a su
vez, un nuevo paradigma de desarrollo basado en la conservación y no en el
agotamiento de recursos.
Él lo llama "la nueva economía". A grandes rasgos, su modelo
reemplaza al agroindustrial de monocultivos con químicos, que degradan napas y
suelos, exterminan especies, deterioran el hábitat y la salud humana y acentúan
el cambio climático, por otro económicamente rentable, pero desprovisto de la
usura medioambiental: el de la explotación extensiva de policultivos
orgánicos con alta diversidad, a través de los cuales las prácticas agrícolas
actúan como agentes de conservación integral y de restauración de suelos.
Días pasados en
Baltimore, Estados Unidos, el ex dueño de la marca The North Face, que además
donó el primer parque nacional marítimo al país, entusiasmó a grandes
productores orgánicos con su ensayo: presentó la primera estación experimental
de agricultura extensiva libre de químicos de la Argentina, que ocupa sus
campos entrerrianos de Laguna Blanca (3150 hectáreas) y Malambo (1050
hectáreas).
Allí, a orillas del Paraná y en silencio desde 2008, junto con un
equipo calificado de ingenieros agrónomos, avanza en un ejemplo rentable de
"siembra directa orgánica" con cero labranza, libre de pesticidas. Lo
hace rodeado por un mar verde de soja transgénica de los campos vecinos. De lograr
éxito con la siembra directa orgánica, su método inscribiría una epopeya en la
agricultura mundial
Su estancia modelo
tiene además otra singularidad: su enigmática belleza. El campo es un óleo
telúrico, pintado por el recorrido de tractores con la paleta cromática de los
policultivos. Del lino al maíz; del trigo a la cebada; las pasturas, el abono
verde, los bosques nativos (fuera de la producción) y hasta sus dos lagunas
(Laguna Blanca y Laguna Negra) construyen una insólita pintura agraria.
Observada desde lo alto, parece una ilusión óptica. Sin embargo, es bien real.
Las formas sinuosas de las parcelas -en reemplazo de los típicos cuadriláteros
agrarios- no son caprichos estéticos ni alardes compositivos.
ESQUEMA
AGRARIO
La alta diversidad en cultivos invernales y estivales es el principio
organizativo del campo, que destina sólo un tercio de su superficie (900
hectáreas) a la producción orgánica certificada. Mientras las cosechas en gran
escala de lino, trigo, cebada, avena, maíz, moha, sorgo y girasol, entre otros,
han logrado ser rentables, otros 13 cultivos en experimentación, reservados a
un área de 60 hectáreas, esperan incorporarse al esquema de producción.
Además
de siembra directa de soja orgánica se ensaya con coriandro, colza, mostaza,
manzanilla, porotos, arvejas, garbanzos y trigo antiguo, entre otros.
La estancia, que
cuenta con 300 colmenas y dos gallineros móviles, se reserva otras 200
hectáreas para 10 variedades de frutales y grandes extensiones de pasturas para
la cría de 1000 cabezas de ovinos y el desarrollo de una genética de
excelencia: las ovejas Dorper, de gran potencial como raza cárnica. Sólo en el
caso de los frutales (almendros, avellanos, ciruelos, damascos, nogales,
olivos, pecanes, castaños, higos y granadas), que implican un alto riesgo, ya
que no hay experiencias en la zona para su cultivo orgánico, se decidió que por
dos años se haga una mínima utilización de químicos (para tratar ciertas plagas
y enfermedades), para luego, con mayor experiencia, iniciar la certificación
orgánica con la erradicación total de químicos en el sistema", explicó
Eduardo Chorén, presidente de LB.
"El objetivo final -agregó- es la
comercialización de productos orgánicos boutique bajo la marca LB." Un
emprendimiento similar al que Tompkins realiza en Chile con berries, miel y
lana orgánicas que exporta a Europa, y cuyo modelo pretende difundir para
impulsar economías regionales sustentables.
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