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Siete Tips para Optimizar Nuestro Cerebro, por Estanislao Bachrach

Fuente y extracto: iProfesional

En el marco de la conferencia "Cambio: yo, mi equipo, mi organización", organizada por el Departamento de Estrategia y Capital Humano de la consultora CPA Ferrere, el doctor en biología molecular, Estanislao Bachrach habló ante empresarios uruguayos sobre neurociencia aplicada al ámbito laboral. 

Según indicó experto en innovación aplicada a los negocios, autor del bestseller AgilMente y docente e investigador de universidades como Harvard, la neurociencia es "la" ciencia del siglo XXI y las empresas comenzaron a entender que no pueden cambiar para bien si sus empleados no lo hacen. Pero, para que esto suceda, tienen que comprender cómo funcionan sus cabezas.
Durante la conferencia el experto explicó por qué es tan difícil que las personas cambien y por qué no es imposible.
Para explicarse mejor, el doctor por la Universidad de Buenos Aires derribó algunos mitos acerca del cerebro, ese órgano que cada vez más se revela ante la ciencia.

Siete Consejos para ser Más Eficientes


1. Usamos todo el cerebro

"Usamos todo el cerebro", aclaró Bachrach ante los empresarios. Lo que sucede, explicó, es quesólo podemos usar un 2% al mismo tiempo. Por eso, cuantas más actividades en simultáneo queramos meter en la cabeza, "tenemos que apagar otras".

Sobre este punto, agregó que "cuando las actividades son más de las que el órgano puede soportar, surge el estrés". Cuando el cerebro está estresado "pierde la noción de las urgencias", algo que se relaciona con el córtex frontal del cerebro.
"En general, está estudiado que cuando tenés más de cuatro cosas muy urgentes que hacer, empiezan a perder eficiencia todas", indicó. Por eso lo recomendable es "priorizar-priorizar".

2. El multitasking no existe

La actualmente valorada capacidad de realizar múltiples tareas al mismo tiempo simplemente "no existe", aseguró Bachrach, quien desarrolló que el cerebro humano no puede concentrarse en más de una cosa al mismo tiempo.

"Lo que haces cuando haces dos cosas al mismo tiempo es hacer una, apagarla; hacer otra, apagarla; y así sucesivamente", explicó haciendo la mímica de estar accionando un interruptor.
"Intentar practicar el multitasking es la primera causa del cansancio y las equivocaciones: "La sensación es la de ser más productivo, pero es una sensación", aclara.


Estar "hiperconectado", por ejemplo, lo que en realidad hace es "desconectarte", aseguró el científico: "Es lo que se llama atención continua parcial, estar muy atento a algo, pero con la antena parada por si viene otra cosa". Eso es lo que genera cortisol y adrenalina, responsables del estrés.
En la misma línea, Bachrach aseguró ante el auditorio que el cerebro no presta atención todo el tiempo. Durante una conversación, una clase, una conferencia, por ejemplo, está atento al principio y al final. 

3. Reaccionar no es responder

Por lo general, frente a los estímulos negativos las personas reaccionan, no responden. "Al cerebro le es más barato reaccionar", indicó el doctor en biología molecular, y lo ilustró con un ejemplo típico en el ámbito empresarial: molestarse con un superior por un malentendido, reaccionar escribiéndole un mail y finalmente adentrarse en lo que se llama "espiral negativo"."Es imposible no reaccionar si no pones una pausa", aseguró Bachrach.

Para poner un alto al cerebro, es necesario, en primer lugar, cambiar el estímulo visual, por ejemplo, cerrar la casilla de correos, apagar la computadora, irse a caminar.
La neurociencia lo explica así: "Más del 90% de las personas son visuales. El 25% del cerebro está conectado con los ojos". Por eso es mejor cortar con el estímulo visual negativo, explicó el investigador.

4. Respirar profundo y enderezar la espalda hace bien

"Cuando respiramos profundo el oxígeno entra en el cerebro, creando más venas y arterias. Si no hay venas, las neuronas se mueren (por eso se dice que el ser humano no sobrevive más de dos minutos sin respirar)", aclaró Bachrach. Es que el cerebro es el órgano más tóxico del cuerpo y las venas y arterias son fundamentales para desintoxicarlo.

Una recomendación del mismo estilo es igual de útil: sentarse o caminar con la columna derecha. "Esto hace que los neurotransmisores circulen de forma más eficiente", aseguró.

5. Cambiar el comportamiento no es cambiar

"Maximizar el placer y minimizar el dolor" es el objetivo constante del cerebro, un órgano "muy egoísta", bromeó el especialista. "Solo le importa pasar bien" y "no sabe que hay un mañana", agregó. Por eso es importante lo que la persona pueda hacer con la mente, el "software, donde están los pensamientos".

El cerebro es como el "hardware, donde está el cableado, las neuronas", comparó en una analogía con la informática. Por ejemplo, si una persona es pesimista y todos los días, todo el día, piensa de forma negativa, muy difícilmente se levantará una mañana sintiéndose optimista. Lo que va haciendo es "cablear" el cerebro para que piense en negativo.
Pero esto se puede cambiar, aunque sea difícil y requiera trabajo. "El cerebro está como en piloto automático", es decir que, si no se lo detiene, "sigue solo", con su único objetivo de sobrevivir. Pero el cambio, para la neurociencia, no se resume en modificar la forma de actuar o de comportarse, sino de pensar. "El verdadero cambio está en la cabeza", confirmó.

6. Es posible evitar las acciones involuntarias

"El libre albedrío casi que no existe", afirmó Bachrach, quien explicó que la mayoría de nuestras acciones son involuntarias o, al menos, se generan sin que tomemos una decisión previa sobre ellas. Sin embargo, las personas tenemos lo que se llama "poder de veto", es decir, la posibilidad de decir "no" a las órdenes que da el cerebro.

Estudios recientes en neurociencia demuestran que cuando vamos a realizar un acto involuntario (por ejemplo, mover la mano mientras hablamos), el cerebro envía la orden 0,5 segundos antes. En 0,3 segundos, la persona puede darse cuenta de que la orden llegó, por lo que "tiene 0,2 segundos para decidir no hacerla", afirmó Bachrach.
Este nuevo conocimiento se aplica a las personas con trastornos obsesivos-compulsivos, a quienes se les explica que su problema es que el cerebro envía esas señales con demasiada frecuencia. 

7. La mayoría de nuestras decisiones son emocionales

Contrario a lo que podría creerse, la razón no es la que manda al momento de decidir en la mayoría de los casos. De hecho, "más del 90% de nuestras decisiones son emocionales", incluso aunque no nos percatemos de ello, afirma Bachrach.

En un mismo sentido, la interacción social es una cuestión "de vida o muerte" para el cerebro: "Las necesidades sociales (para este órgano) son tan importantes como el agua o la comida", asegura el experto.
Tal es así que existe evidencia científica de que las personas solitarias tienen una expectativa de vida de entre 5 y 10 años menos que aquellas que interactúan con otras. "Y esa relación no la sustituye la televisión, el celular ni la tableta", aclaró Bachrach.

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¿Cómo Podemos Cambiar? Neurociencias por Estanislao Bachrach


Vivimos queriendo cambiar aspectos de nosotros mismos que no nos hacen felices. "Comienzo la dieta el lunes", "me gustaría ser distinto en el trabajo", "si puediera subir a un avión". El miedo al fracaso nos deja a mitad de camino. ¿Por qué los cambios nos cuestan tanto?

Una de las razones es que nuestra compleja mente tiende a la homeostasis, es decir, equilibrar los movimientos en una sola dirección con mínimos movimientos en la dirección opuesta. Si te sientes confortable con tus pensamientos, sentimientos, emociones y comportamientos eres consistente como persona. No hay motivo para cambiar.


Pero sino, entras en conflicto. Cambiar en muchas ocasiones implica entrar en conflicto.

El cambio nos aleja de nuestras posiciones y sitios de placer, pero a la vez nos acerca al desarrollo y evolución personal.

AUTOMATIZADOS

A diario respondemos en forma automática. Nos comportamos y reacciones siempre de iguales formas. Esto no es casual. Estas reacciones obedecen a patrones cerebrales fuertemente establecidos que se van construyendo a lo largo de la vida. Ante disparadores y eventos similares, tendemos a reaccionar igual.

Sucede que el cerebro nos atrapa en sus patrones y rutinas.

La buena noticia es que el cerebro posee la capacidad de cambiar, y ello está, con mucho esfuerzo, a nuestro alcance y dominio.

Entonces las elecciones pueden ser tanto determinados por los otros o el contexto, como realizadas por nosotros mismos. ¿Podemos ser los autores e intérpretes de nuestra propia historia?

LA CUESTIÓN DE CAMBIAR

Cambiar o no cambiar, esa es la cuestión. ¿Es posible? Si. ¿Es sencillo? Si. ¿Es fácil de lograr? No.
Tu mente posee la capacidad de cambiar los patrones aparentemente fijos y para ello debes autoconcerte bien.

¿Qué es mente? ¿qué es cerebro? La analogía es del software y el hardware, la mente es tu software y el cerebro su espacio de contención físico, el hardware. Las conexiones entre neuronas establecen redes o circuitos conectados entre si. A estas conexiones se las llama sinapsis.

En cambio la mente está compuesta de pensamientos y emociones. Ellos corren cuan sistema operativo a través de la estructura del cerebro.

Lo importante es que si modificas tus rutinas mentales, pueden afectar y modificar de manera definitiva a tu cerebro. El entrenamiento y el autoconocimiento son las llaves.

El potencial de aprender, crecer y desarrollarnos, y nuestro potencial, es aun desconocido para nosotros. Pero la ciencia demuestra que su capacidad es enorme, y que no declina con la edad.

Las creencias sobre tus oportunidades para cambiar, resultan determinantes en el éxito o fracaso del poder hacerlo. El creer en el poder cambiar es la llave.

APRENDIZAJE Y SUPUESTOS

Siempre partimos de supuestos y modelos más o menos implícitos y establecidos. Nos decimos a nosotros mismos "yo soy bueno en esta actividad" o "no sirvo para esta otra"....Es cierto que la genética y las influencias culturales hacen suficiente para condenarnos al estatismo. Pero no basta.

Las neurociencias tienen una buena noticia. Es importante saber quién eres y cuáles son tus objetivos. Ello es determinante para poder cambiar.

En su mayor parte los cambios requieren de energía, tiempo, paciencia, voluntad, entereza. En definitiva, cambiar es sinónimo de aprender y mejorar.

¿Podemos descubrir los patrones que nos guían? ¿Qué supuestos en nuestras vidas resultan incuestionables?

PRIMEROS OBSTÁCULOS

El primer obstáculo real para el cambio es nuestro sentido de continuidad. Nos gusta pensar que nuestra identidad permanece estable durante el tiempo. Lamemos a ello la concepción de "este soy yo".

El dilema es que ser "este soy yo" se siente amenzado apenas cambian los patrones de comportamiento. Entonces cambiar implica armonizar el viejo "soy yo" con el nuevo "este soy yo".

Desde las neurociencias, cambiar implica alinear nuestras expectativas y objetivos con nuestros pensamientos y emociones. 

MAPAS Y CONSCIENCIA

Conócete y reescribirás tu historia personal. Tal es la conclusión a la que arriban las neurociencias. 

Sucede que tus respuestas, tus emociones y pensamientos están "cableados" formando en el cerebro un mapa cerebral.

La gran mayoría de tus hábitos se han forjado en las decisiones que has tomado en el pasado. Ahora mismo piensas y percibes el mundo a través de estos mapas. 

Una de las principales cosas que se aprende de los mapas, es que aquello que pensamos, sentimos o hacemos está lejos del control consciente. Son automáticos. 

Sucede que tu consciencia es como un pasajero que viaja de polizón en un gran trasatlántico. Quien lo conduce es el cerebro con su compleja ingeniería, no nosotros. 

La consciencia surge como un detrás de escena de una compleja maquinaria. La intención de este libro es poder cambiar, desde la mente, los patrones que determinan el hardware cerebral y la orientación de nuestro ser conscientes.

EJERCICIO DE AUTOCONOCIMIENTO

Comprometerte a cambiar en tu vida personal o profesional puede ser muy emocionante y a la vez abrumador. Por ello te propongo que diseñes un mapa de tu propio territorio que te indique hacia dónde ir. 

Toma nota de todo en un pequeño diario o libreta. Primero define cuál ha de ser tu nuevo camino. Identifica y define al menos un objetivo personal y otro profesional. 

Ahora define un punto de partida. Este debe ser un punto inquebrantable, aquellas cosas que no has de negociar de ninguna manera. 

Identifica los pensamientos, prejuicios y supuestos que se esconden detrás de tus acciones. ¿A qué temo? ¿Porqué?

Y sobre todo, mantente bien parado y orienta tus pensamientos hacia su norte. 



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La Inteligencia Colectiva, Neurociencias según el MIT


La inteligencia colectiva es una forma de inteligencia que surge de la colaboración y concurso de muchos individuos o seres vivos de una misma especie. Hoy es un término generalizado de la cibercultura o la sociedad del conocimiento. Aparece en una amplia variedad de formas de toma de decisiones consensuada.

La inteligencia colectiva existe, señala un estudio realizado por científicos del MIT. La capacidad de trabajar en grupo de manera eficiente depende, según los investigadores, de la dinámica de funcionamiento del grupo. Esta dinámica, a su vez, estaría en función de la “sensibilidad social” de los miembros de cada equipo, entendida como tal la capacidad de ser flexibles en la asignación de ocupaciones y de hacer partícipes a todos los miembros en la resolución de los desafíos.



El concepto de inteligencia colectiva se ve impulsado con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, especialmente con Internet. Con la Web 2.0 aparecen nuevas formas de relacionarse, en las que los consumidores pasan a ser también creadores, como consecuencia de una gran facilidad para la aportación de información. Existe, por tanto, una gran libertad para aportar contenidos en la red, y así los propios consumidores pueden construir contenidos colaborando entre ellos o aportando nuevos datos.

Inteligencia Colectiva: Capacidad de un grupo de individuos para optimizar colaborativamente las decisiones que le afectan como colectivo.


Investigaciones del MIT

El todo puede ser mayor que la suma de sus partes en lo que a inteligencia se refiere, revela un estudio realizado por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), en Estados Unidos. 

En la investigación, los científicos lograron demostrar que existe una inteligencia colectiva en grupos de personas que cooperan bien juntas, y que dicha inteligencia supera las capacidades cognitivas individuales de cada miembro de esos grupos. 



Hasta ahora, numerosos especialistas habían sostenido que la capacidad de los individuos de rendir en diversas tareas cognitivas demostraba la existencia de un nivel de inteligencia individual mensurable. 

Según publica el MIT en un comunicado, los investigadores de dicho Instituto aplicaron este mismo principio de medición de las capacidades intelectuales a pequeños equipos de personas. 

Así, descubrieron que si los equipos presentaban el tipo adecuado de dinámica o funcionamiento interno, podían desempeñar bien una amplia gama de asignaciones. Este descubrimiento tendría potenciales aplicaciones en empresas y otras organizaciones, señalan los investigadores. 


Sensibilidad Social 

Concretamente, serían aquellos grupos de personas que presentan altos niveles de “sensibilidad social” los más inteligentes como colectivo. Como sensibilidad social entienden los investigadores la buena disposición para ser flexibles en la asignación de ocupaciones y para que los todos los miembros del equipo puedan aplicar sus habilidades a cualquier desafío presentado.


Según Malone, “la sensibilidad social estaría relacionada con la capacidad de los miembros del grupo para percibir las emociones del resto de los miembros. En los grupos donde una persona es más dominante que las demás, la inteligencia colectiva es menor que en aquellos equipos donde los turnos de conversación están mejor distribuidos”. 

Por otro lado, los grupos sometidos al estudio que contaron con un mayor número de mujeres demostraron tener una mayor sensibilidad social y, en consecuencia, una mayor inteligencia colectiva, en comparación con los grupos que contuvieron menos mujeres. 


Aplicación en Organizaciones 

Los investigadores creen que los resultados obtenidos podrían aplicarse a muchos tipos de organizaciones y que sería muy interesante realizar pruebas para predecir cómo funcionarán ciertos equipos frente a los problemas que se puedan presentar en dichas organizaciones. 

Además, según Malone, la investigación demuestra también que sería posible aumentar la inteligencia de los grupos de trabajo, bien cambiando a algunos miembros bien enseñando a los equipos la mejor manera de interactuar.


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Neuromanagement: Nuestros Tres Cerebros, por Estanislao Bachrach

Fuente: Ágilmente, por Estanislao Bachrach

La diferencia esencial entre la emoción y la razón es que la emoción te lleva a la acción y la
razón a las conclusiones.

Tenemos tres cerebros conviviendo dentro de nosotros . Si estudiamos la evolución de los animales, podremos decir de manera en extremo simplificada que antes que primates y humanos fuimos simples mamíferos y antes que eso, reptiles. Guardamos un cerebro lagartija-ardilla-mono en la cabeza, que da forma a nuestras reacciones. Esto se conoce como el “cerebro triuno” y es uno de los diferentes modelos que usan los científicos para describir la organización jerárquica de las estructuras cerebrales. Es como pensar en la construcción de una casa: los cimientos van primero (reptil), luego las paredes (ardilla) y al final el techo (mono), pero todas estas estructuras son parte de la misma construcción. La parte más antigua del cerebro, la lagartija o cerebro reptiliano, tiene unos quinientos millones de años y regula principalmente todo lo que tiene que ver con nuestros controles centrales: respiración, sueño, despertar, ritmo cardíaco, etcétera. 


La ardilla o cerebro límbico tiene unos doscientos millones de años y se responsabiliza de todo lo que tiene que ver con nuestra supervivencia animal más que con nuestro potencial humano: correr o pelear en ciertas circunstancias extremas, alimentarse, reproducirse. Aquí se encuentra una parte central de nuestras emociones: la amígdala —que nada tiene que ver con las de la garganta—, que nos permite sentir enojo, miedo y placer. Es responsable de la creación de las emociones y de los recuerdos que ellas generan. Además, en este cerebro están el hipocampo, que convierte la memoria a corto plazo en largo plazo, y el tálamo, que funciona como una torre de control de los sentidos. 

Estos dos cerebros son los más antiguos y regulan nuestro comportamiento como personas. Por encima de estos dos cerebros, como si fuera una catedral, está el cerebro más humano, el córtex, que apareció unos cien mil años atrás. Observen la diferencia en edades de estas estructuras, es como haber vivido en una casa sin techo durante millones de años. El córtex está altamente especializado en la visión, el habla, la memoria y todas las funciones ejecutivas.

SOMOS SERES EMOCIONALES

Durante muchos años creímos ser “seres racionales (córtex) con sentimientos (límbico)”. 

Hoy, los científicos acuerdan que el interruptor central del cerebro es nuestra parte emocional.

Somos seres emocionales que aprendimos a pensar, y no máquinas pensantes que sentimos. Esto tiene lógica si pensamos que el límbico lleva más de doscientos millones de años sobre la Tierra y el córtex apenas cien mil años. La emoción tiene más dominio sobre nuestra razón. Por esto, muchísimas de las decisiones que tomamos en la vida son no conscientes; la gran mayoría de ellas está dominada por ráfagas de emociones (algunas liberadas de nuestra memoria, otras por emociones nuevas). Muchas veces nuestro consciente racional justifica decisiones que ya habíamos tomado antes de ser conscientes de ellas. En definitiva, el botón cerebral para comportarnos frente a las variadas situaciones cotidianas está más influido por nuestras emociones que por la razón.

Luz, cámara, acción… ¡córtex!
Pensá a la mañana.
Actuá al mediodía.
Comé a la tarde.
Dormí a la noche.

WILLIAM BLAKE


¿Cómo se nos ocurren las ideas?
La creatividad se alimenta de ideas, y éstas provienen de alguna parte. Las ideas se crean en el cerebro, nuestra mente. Uno de los trabajos más interesantes para explicar la aparición de las ideas es “Neurociencia cognitiva y el estudio de la memoria”, de Eric Kandel, ganador del Premio Nobel en Fisiología y Medicina en el año 2000, por esta contribución. 

El doctor Kandel y sus colaboradores proponen un nuevo modelo del cerebro, el de la “memoria inteligente”. Desde la aparición de este último, la mayoría de los neurocientíficos ha dejado de aceptar la teoría del doctor Roger Sperry sobre los dos hemisferios, derecho e izquierdo, del cerebro. 


En la teoría de Kandel, el análisis y la intuición trabajan de manera simultánea en todos los modelos de pensamiento. No hay tal
cerebro izquierdo ni cerebro derecho. Sólo existe el aprendizaje y el recuerdo, los cuales trabajan en diferentes combinaciones en todo lo largo del cerebro.

Para no abrumarlos con complejidades científicas, la teoría dice más o menos lo siguiente: desde el momento en que nacemos, todo, absolutamente todo lo que nos sucede en la vida queda registrado en algún lugar del cerebro, llamémoslo memoria inteligente. No sólo nuestras experiencias, sino todo lo que aprendemos: lo que leemos, lo que vemos, lo que nos cuentan. Una forma visual que me gusta usar para entender esta teoría es imaginarse que el cerebro está lleno de cajones y que cada cosa o evento que nos sucedió, que aprendimos, quedó guardado en algún cajón, en nuestra “memoria inteligente”: el cerebro como una cajonera.

CREATIVIDAD

¿Sabías que una de las actividades que más energía consume en el cerebro es la de pensar cosas que nunca antes hemos visto? Es también por esto que resulta tan difícil pensar cosas nuevas.
Los cajones comienzan a abrirse y cerrarse, y los recuerdos en ellos se conectan de manera azarosa.
Y cuanto más relajados estemos, más se abren y se cierran y se interconectan. Cuando esto ocurre en algún momento particular del día o de la noche, tenemos “más” ideas que en el resto de la jornada.
Esto depende mucho de cada persona: en la ducha, yendo a correr, haciendo deporte, en el auto manejando, en el subte o en el colectivo, jugando o hamacando a tu hija en la plaza. Son momentos de claridad mental.


Beethoven experimentaba con setenta versiones diferentes de una frase musical antes de quedarse con la definitiva. “Hago muchos cambios, rechazo y pruebo de nuevo, hasta que estoy satisfecho”, le decía a un amigo. Es completamente normal el constante refinamiento de tus ideas hasta encontrar la que suene mejor para vos.

Esto lo entienden muy bien algunas empresas muy innovadoras. Les dan a sus empleados tiempo libre en espacios flexibles, amplios, luminosos, agradables con tiempo para imaginar el futuro. Allí, más relajados, sin la necesidad imperativa de estar apagando el incendio de la rutina, saben que tendrán más ideas. Por una cuestión de estadística matemática —como ya hemos discutido—, cuantas más ideas tenemos, más chances o más posibilidades de que alguna sea creativa. Si la organización es generosa con los empleados, éstos son generosos con la organización.

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Fuente y extracto: Inteligencia Emocional

CONÓCETE A TI MISMO

Según cuenta un viejo relato japonés, en cierta ocasión, un belicoso samurai desafió a un anciano maestro zen a que le explicara los conceptos de cielo e infierno. Pero el monje replicó con desprecio:
—¡No eres más que un patán y no puedo malgastar mi tiempo con tus tonterías!
El samurai, herido en su honor, montó en cólera y. desenvainando la espada, exclamó:
—Tu impertinencia te costará la vida.
—¡Eso —replicó entonces el maestro— es el infierno!
Conmovido por la exactitud de las palabras del maestro sobre la cólera que le estaba atenazando, el samurai se calmó, envainó la espada y se postró ante él, agradecido.
—¡Y eso —concluyó entonces el maestro—, eso es el cielo!
  
A primera vista tal vez pensemos que nuestros sentimientos son evidentes, pero una reflexión más cuidadosa nos recordará las muchas ocasiones en las que realmente no hemos reparado —o hemos reparado demasiado tarde— en lo que sentíamos con respecto a algo.

Los psicólogos utilizan el engorroso término metafórico cognición para hablar de la conciencia de los procesos del pensamiento y el de metaestado para referirse a la conciencia de las propias emociones.


Yo, por mi parte, prefiero la expresión conciencia de uno mismo, la atención continua a los propios estados internos. Esa conciencia autorreflexiva en la que la mente se ocupa de observar e investigar la experiencia misma, incluidas las emociones: Esta cualidad en la que la atención admite de manera imparcial y no reactiva todo cuanto discurre por la conciencia, como si se tratara de un testigo, se asemeja al tipo de atención que Freud recomendaba a quienes querían dedicarse al psicoanálisis, la llamada «atención neutra flotante».

Ser consciente de uno mismo significa «ser consciente de nuestros estados de ánimo y de los pensamientos que tenemos acerca de esos estados de ánimo»



Existen varios estilos diferentes de personas en cuanto a la forma de atender o tratar con sus emociones:

La persona consciente de si misma. Como es comprensible, la persona que es consciente de sus estados de ánimo mientras los está experimentando goza de una vida emocional más desarrollada. Son personas cuya claridad emocional impregna todas las facetas de su personalidad; personas autónomas y seguras de sus propias fronteras; personas psicológicamente sanas que tienden a tener una visión positiva de la vida; personas que, cuando caen en un estado de ánimo negativo, no le dan vueltas obsesivamente y, en consecuencia, no tardan en salir de él. Su atención, en suma, les ayuda a controlar sus emociones.
Las personas atrapadas en sus emociones. Son personas que suelen sentirse desbordadas por sus emociones y que son incapaces de escapar de ellas, como si fueran esclavos de sus estados de ánimo. Son personas muy volubles y no muy conscientes de sus sentimientos, y esa misma falta de perspectiva les hace sentirse abrumados y perdidos en las emociones y, en consecuencia, sienten que no pueden controlar su vida emocional y no tratan de escapar de los estados de ánimo negativos.
Las personas que aceptan resignadamente sus emociones. Son personas que, si bien suelen percibir con claridad lo que están sintiendo, también tienden a aceptar pasivamente sus estados de ánimo y, por ello mismo, no suelen tratar de cambiarlos. Parece haber dos tipos de aceptadores, los que suelen estar de buen humor y se hallan poco motivados para cambiar su estado de ánimo y los que, a pesar de su claridad, son proclives a los estados de ánimo negativos y los aceptan con una actitud de laissez-faire que les lleva a no tratar de cambiarlos a pesar de la molestia que suponen (una pauta que suele encontrarse entre aquellas personas deprimidas que están resignadas con la situación en que se encuentran).

La conciencia de uno mismo —la facultad que trata de fortalecer la psicoterapia— es fundamental para la introspección psicológica. De hecho, el modelo de la inteligencia intrapsíquica que sigue Howard Gardner es el propuesto por Sigmund Freud, el gran cartógrafo de la dinámica oculta del psiquismo.

ESCLAVOS DE LA PASIÓN

Tú has sido...
un hombre capaz de aceptar con igual semblante los premios y los reveses de Fortuna...
Dame a un hombre que no sea esclavo de sus pasiones y lo colocaré en el centro de mi corazón, ¡ay! en el corazón de mi corazón.
Como hago contigo...

 Hamlet a su amigo Horacio

La vida está sembrada de altibajos, pero nosotros debemos aprender a mantener el equilibrio. En última instancia, en las cuestiones del corazón es la adecuada proporción entre las emociones negativas y las positivas la que determina nuestra sensación de bienestar.

Llegar a dominar las emociones constituye una tarea tan ardua que requiere una dedicación completa y es por ello por lo que la mayor parte de nosotros sólo podemos tratar de controlar —en nuestro tiempo libre— el estado de ánimo que nos embarga. Todo lo que hacemos, desde leer una novela o ver la televisión, hasta las actividades y los amigos que elegimos, no son más que intentos de llegar a sentirnos mejor. El arte de calmarse a uno mismo constituye una habilidad vital fundamental, y algunos intérpretes del pensamiento psicoanalítico, como, por ejemplo, John Bowlby y D.W. Winnicott consideran que se trata del más fundamental de los recursos psicológicos

El diseño del cerebro pone de manifiesto que tenemos escaso o ningún control con respecto al momento en que nos veremos arrastrados por una emoción y que tampoco disponemos de mucho margen de maniobra sobre el tipo de emoción que nos aquejará. Lo que tal vez si se halla en nuestra mano es el tiempo que permanecerá una determinada emoción.

Pero cuando se trata de superar un tipo más habitual de estados negativos sólo contamos con nuestros propios recursos.

Como ha señalado Diane Tice, psicóloga de la Case Western Reserve University que interrogó a más de cuatrocientas personas sobre las diferentes estrategias que utilizaban para superar los estados de ánimo angustiantes y sobre el grado de éxito que éstas les procuraban, estos recursos no siempre se mostraron lo suficientemente eficaces.

ANATOMIA DEL ENOJO

Existen, claro está, diferentes tipos de enfado. Es muy probable que la amígdala sea el principal asiento del súbito chispazo de ira que experimentamos hacia el conductor cuya falta de atención ha puesto en peligro nuestra seguridad. Pero, en el otro extremo del circuito emocional, el  neocórtex tiende a fomentar un tipo de enfados más calculados, como la venganza fría o las reacciones que suscitan la infidelidad y la injusticia.

La gente, por ejemplo, suele pensar que la ira es ingobernable y que, en todo caso, no debiera ser controlada o que una descarga «catártica» puede ser sumamente liberadora. El punto de vista opuesto —que quizá constituya una reacción ante el desolador panorama que nos brindan las actitudes recién mencionadas—, sostiene, por el contrario, que el enfado puede ser totalmente evitado. Pero una lectura atenta de los descubrimientos realizados por la investigación de Tice nos sugiere que este tipo de actitudes habituales hacia el enfado no sólo están equivocadas sino que son francas supersticiones.

Los pensamientos obsesivos son la leña que alimenta el fuego de la ira, un fuego que sólo podrá extinguirse contemplando las cosas desde un punto de vista diferente. Como ha puesto de manifiesto la investigación realizada por Tice, uno de los remedios más poderosos para acabar con el enfado consiste en volver a encuadrar la situación en un marco más positivo.

Si tenemos en cuenta que la raíz de la cólera se asienta en la vertiente beligerante de la respuesta de lucha-o-huida, no es de extrañar que Zillman concluya que el detonante universal del enfado sea la sensación de hallarse amenazado.

EL ENOJO SE CONSTRUYE SOBRE EL ENOJO

La investigación realizada por Zillman parece explicar la dinámica inherente a un drama familiar doméstico del que fui testigo cierto día que me hallaba de compras en el supermercado. Al otro extremo del pasillo podía oírse el tono mesurado y amable de una joven madre que se dirigía a su hijo con un escueto.
—Devuelve... eso... a su sitio.
—Pero yo lo quiero —gimoteaba el pequeño, aferrándose con más fuerza a la caja de cereales con la imagen de las Tortugas Ninja.
—Ponlo en su sitio —dijo la madre con un tono de voz que comenzaba a traslucir una cierta irritación.
En aquel momento, una niña más pequeña, que iba sentada en el asiento del carro, tiró al suelo el tarro de gelatina que estaba mordisqueando y, al derramarse por el suelo, la madre comenzó a vociferar.
—¡Toma! —dijo furiosa mientras le daba un bofetón.



Zilíman ha descubierto que cuando el cuerpo se encuentra en un estado de irritabilidad —como ocurría, por ejemplo, en el caso de esta madre— y algo suscita un secuestro emocional, la emoción subsecuente, sea de enfado o ansiedad, revestirá una intensidad especial. Y ésta es la dinámica que invariablemente se pone en funcionamiento cuando alguien se irrita. Zillman considera la escalada del enfado como «una secuencia de provocaciones, cada una de las cuales suscita una reacción de excitación que tiende a disiparse muy lentamente».

De este modo, el enfado se construye sobre el enfado al tiempo que la temperatura de nuestro cerebro emocional va aumentando. Para ese entonces, la ira, ante la que nuestra razón se muestra impotente, desembocará fácilmente en un estallido de violencia.

EL ENFRIAMIENTO

El análisis realizado por Zillmann sobre los mecanismos que contribuyen a incrementar o disminuir la irritación nos brinda una explicación a buena parte de los descubrimientos realizados por Diane Tice acerca de las estrategias que la gente suele emplear para aliviar el enfado. Una de tales estrategias —claramente eficaz— consiste en retirarse y quedarse a solas mientras tiene lugar el proceso de enfriamiento. Para la gran mayoría de los varones esto se traduce en dar un paseo en automóvil, una actividad que concede una tregua mientras uno conduce.

Quizás una alternativa más saludable sea la de dar una larga caminata. El ejercicio activo contribuye a dominar el enfado y lo mismo puede decirse de los métodos de relajación, como, por ejemplo, la respiración profunda y la distensión muscular porque estos ejercicios permiten aliviar la elevada excitación fisiológica provocada por el enfado y propiciar un estado de menor excitación y también obviamente porque así uno se distrae del estímulo que suscitó el enfado. El ejercicio activo puede servir además para disminuir el enfado por una razón similar ya que, después del alto nivel de activación fisiológica suscitado por el ejercicio, el cuerpo vuelve naturalmente a un nivel de menor excitación.

Pero el período de enfriamiento no será de ninguna utilidad si lo empleamos en seguir alimentando la cadena de pensamientos irritantes, ya que cada uno de éstos constituye, por sí mismo, un pequeño detonante que hace posibles nuevos brotes de cólera. El poder sedante de la distracción reside precisamente en poner fin a la cadena de pensamientos irritantes.

Una de sus recomendaciones consiste en que la persona aprenda a utilizar la conciencia de si mismo para darse cuenta de los pensamientos irritantes o cínicos en el mismo momento en que aparecen y, seguidamente, registrarlos por escrito. Cuando los pensamientos irritantes se han detectado de este modo, pueden afrontarse y considerarse desde una perspectiva más adecuada.
LA FALACIA DE LA CATARSIS

La catarsis —el hecho de dar rienda suelta a nuestro enfado— se ensalza a veces como un modo adecuado de manejar la irritación.
La opinión popular sostiene que «eso te hace sentir mejor» pero, tal como nos sugieren los descubrimientos realizados por Zillmann, existe un poderoso argumento en contra de la catarsis, un argumento que comenzó a elaborarse a partir de la década de los cincuenta cuando los psicólogos comprobaron experimentalmente los efectos de la catarsis y descubrieron que el hecho de airear el enfado de poco o nada sirve para mitigarlo.

Como escuché en cierta ocasión, al maestro tibetano Chogyam Trungpa cuando se le preguntó por el mejor modo de relacionarse con el enfado:

«Ni lo reprimas ni te dejes arrastrar por él».


ACTIVIDAD FÍSICA PARA ELEVAR EL ESTADO DE ÁNIMO

La idea de que «el llanto es bueno» resulta un tanto equívoca porque, cuando refuerza el ciclo de pensamientos obsesivos, sólo sirve para prolongar el sufrimiento. La distracción, en cambio, es capaz de romper la cadena de pensamientos sombríos que sostiene a la depresión.

Wenzlaff añade que las distracciones más eficaces son aquéllas que pueden cambiar nuestro estado de ánimo como, por ejemplo, un apasionante acontecimiento deportivo, una película divertida o un libro interesante.

Según Tice, el aerobic es una de las tácticas más eficaces para sacudirse de encima tanto la depresión leve como otros estados de ánimo negativos. Pero el caso es que los beneficios derivados de este elevador del estado de ánimo resultan más palpables en las personas perezosas, es decir, en aquéllas que no suelen practicar este tipo de ejercicios. Quienes se atienen a una rutina diaria de ejercicio físico obtienen, por el contrario, más beneficios de este tipo antes de llegar a consolidar el hábito. De hecho, quienes practican habitualmente un deporte obtienen el efecto inverso sobre el estado de ánimo y se sienten peor en aquellos días en los que se saltan su rutina. La eficacia del ejercicio parece radicar en su poder para cambiar la condición fisiológica provocada por el estado de ánimo: la depresión constituye un estado de baja activación mientras que el aerobic, en cambio, eleva el tono corporal.

LA APTITUD MAESTRA

Lo que parece diferenciar a quienes se encuentran en la cúspide de su carrera de aquéllos otros que, teniendo una capacidad similar, no alcanzan esa cota, radica en la práctica ardua y rutinaria seguida a lo largo de años y años. Y esta perseverancia depende fundamentalmente de factores emocionales, como el entusiasmo y la tenacidad frente a todo tipo de contratiempos.


En resumen, una fuerte ética cultural de trabajo se traduce en una mayor motivación, celo y perseverancia, un auténtico acicate emocional.

La ansiedad entorpece de tal modo el funcionamiento del intelecto que constituye un predictor casi seguro del fracaso en el entrenamiento o el desempeño de una tarea compleja, intelectualmente exigente y tensa como la que llevan a cabo, por ejemplo, los controladores de vuelo. Como ha demostrado un estudio realizado sobre 1.790 estudiantes de control del tráfico aéreo, es muy probable que los ansiosos terminen fracasando aunque sus puntuaciones en los tests de inteligencia sean francamente elevadas.

ESTADOS DE ÁNIMO POSITIVOS

En cambio, quienes controlan sus emociones pueden utilizar esa ansiedad anticipatoria —por ejemplo, sobre un examen o una charla próxima— para motivarse a si mismos, prepararse adecuadamente y, en consecuencia, hacerlo bien. Según afirma la psicología, la representación gráfica de la relación existente entre la ansiedad y el rendimiento —incluido el rendimiento mental— constituye una especie de U invertida. En la cúspide de esta U invertida está la relación óptima entre la ansiedad y el rendimiento, el mínimo nerviosismo que permite alcanzar el máximo rendimiento. Pero muy poca ansiedad —la parte izquierda de la U— genera apatía o muy poca motivación, mientras que el exceso de ansiedad —la parte derecha de la U— sabotea todo intento de hacerlo bien.

Un estado ligeramente eufórico —al que técnicamente se le denomina hipornania— parece óptimo para escritores y otro tipo de profesiones creativas que exigen un pensamiento fluido e imaginativo, un estado que se halla en la cúspide de la U invertida.
Pero cuando la euforia se descontrola, como ocurre en la exaltación del estado de ánimo tornadizo del maníaco-depresivo, se convierte en franca manía, un estado en el que la agitación socava toda capacidad de pensar.

Los estados de ánimo positivos aumentan la capacidad de pensar con flexibilidad y complejidad, haciendo más fácil encontrar soluciones a los problemas, ya sean intelectuales o interpersonales. Esto parece indicar que una forma de ayudar a alguien a resolver un problema consiste en contarle un chiste. La risa, al igual que la euforia, parece ampliar la perspectiva y, de ese modo, ayuda a la gente a pensar con más amplitud y a asociar con mayor libertad, advirtiendo relaciones que, de otra manera, podrían pasar inadvertidas, una habilidad mental importante, no sólo para la creatividad sino también para el reconocimiento de las relaciones complejas y la previsión de las consecuencias de una determinada decisión.

APTITUD MAESTRA: EL ESTADO DE FLUJO

Un compositor describió así los momentos en los que mejor trabajaba:
«Usted se encuentra en un estado extático en el que se siente como si casi no existiera. Así es como lo he experimentado yo en numerosas ocasiones. En esos casos, mis manos parecen vacías de mí y yo no tengo nada que ver con lo que ocurre sino que simplemente contemplo maravillado y respetuoso todo lo que sucede. Y eso es algo que fluye por sí mismo

Esta descripción se asemeja sorprendentemente a la de cientos de hombres y mujeres —alpinistas, campeones de ajedrez, cirujanos, jugadores de baloncesto, ingenieros, ejecutivos e incluso sacerdotes.

La capacidad de entrar en el estado de «flujo» es el mejor ejemplo de la inteligencia emocional, un estado que tal vez represente el grado superior de control de las emociones al servicio del rendimiento y el aprendizaje. En ese estado las emociones no se ven reprimidas ni canalizadas sino que, por el contrario, se ven activadas, positivadas y alineadas con la tarea que estemos llevando a cabo.

El rasgo distintivo de esta experiencia extraordinaria es una sensación de alegría espontánea, incluso de rapto. Es un estado en el que uno se siente tan bien que resulta intrínsecamente recompensante, un estado en el que la gente se absorbe por completo y presta una atención indivisa a lo que está haciendo y su conciencia se funde con su acción.

El «flujo» es un estado de olvido de uno mismo, el opuesto de la reflexión y la preocupación, un estado en el que la persona, en lugar de perderse en el desasosiego, se encuentra tan absorta en la tarea que está llevando a cabo, que desaparece toda conciencia de sí mismo y abandona hasta las más pequeñas preocupaciones de la vida cotidiana (salud, dinero e incluso hasta el hecho de hacerlo bien).

Dicho de otro modo, los momentos de «flujo» son momentos en los que el ego se halla completamente ausente.

Paradójicamente, sin embargo, las personas que se hallan en este estado exhiben un control extraordinario sobre lo que están haciendo y sus respuestas se ajustan perfectamente a las exigencias cambiantes de la tarea. Y aunque el rendimiento de quienes se hallan en este estado es extraordinario, en tales momentos la persona está completamente despreocupada de lo que hace y su única motivación descansa en el mero gusto de hacerlo.

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