Fuente y extracto: El Arte de Amar
Encontramos el ejemplo más elemental en la esfera del sexo. La culminación de la función sexual masculina radica en el acto de dar; el hombre se da a sí mismo, da su órgano sexual, a la mujer.
El amor es una actividad, no un
afecto pasivo es un estar continuado, no un súbito arranque. En el sentido
más general, puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar
es fundamentalmente dar, no recibir.
AMAR ES DAR
La gente cuya orientación
fundamental no es productiva, vive el dar como un empobrecimiento, por lo que
se niega generalmente a hacerlo. Algunos hacen del dar una virtud, en el sentido
de un sacrificio. Sienten que, puesto que es doloroso, se
debe dar, y creen que la virtud
de dar está en el acto mismo de aceptación del sacrificio. Para ellos, la norma
de que es mejor dar que recibir significa que es mejor sufrir una privación que
experimentar alegría.
Para
el carácter productivo, dar posee un significado totalmente distinto:
constituye la más alta expresión de potencia. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi
riqueza, mi poder. Tal experiencia de vitalidad y potencia exaltadas me llena
de dicha. Me experimento a mí mismo como desbordante, pródigo, vivo, y, por tanto,
dichoso.
Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.
Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.
Encontramos el ejemplo más elemental en la esfera del sexo. La culminación de la función sexual masculina radica en el acto de dar; el hombre se da a sí mismo, da su órgano sexual, a la mujer.
En la esfera de las cosas
materiales, dar significa ser rico. No es rico el que tiene mucho, sino el que
da mucho. El avaro que se preocupa angustiosamente por la posible pérdida de
algo es, desde el punto de vista psicológico, un hombre indigente, empobrecido,
por mucho que posea. Quien es capaz de dar de sí es rico. Siéntese a sí mismo como
alguien que puede entregar a los demás algo de sí. Sólo un
individuo privado de todo lo que
está más allá de las necesidades elementales para la subsistencia sería incapaz
de gozar con el acto de dar cosas materiales.
REALZAR
AL OTRO
¿Qué le da una persona a otra? Da
de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa
necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo
en él -da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento,
de su humor, de su tristeza-, de todas las expresiones y manifestaciones de lo
que está vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra
persona, realza el sentimiento de
vida de la otra al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir; dar es
de por sí una dicha exquisita.
En lo que toca específicamente al
amor, eso significa: el amor es un poder que produce amor; la impotencia es la incapacidad
de producir amor.
ESTAR EN
EL OTRO
El amor es la única forma de conocimiento,
que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. En el acto de amar, de
entregarse, en el acto de penetrar en la otra
persona, me encuentro a mí mismo,
me descubro, nos descubro a ambos, descubro al hombre.
Cuidado, responsabilidad, respeto
y conocimiento son mutuamente interdependientes. Constituyen un síndrome de
actitudes que se encuentran en la persona madura; esto es, en la persona que desarrolla
productivamente sus propios poderes, que sólo desea poseer los que ha ganado
con su trabajo, que ha renunciado a los
sueños narcisistas de
omnisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad basada en esa fuerza
interior que sólo la genuina actividad productiva puede proporcionar.
EL AMOR
ES POESÍA
Nunca
el amante busca sin ser buscado por su amada.
Si
la luz del amor ha penetrado en este corazón, sabe que también
hay
amor en aquel corazón.
Cuando
el amor a Dios agita tu corazón, también Dios tiene amor
para
ti.
Sin
la otra mano, ningún ruido de palmoteo sale de una mano.
La
sabiduría Divina es destino y su decreto nos hace amarnos el uno
al
otro.
Por
eso está ordenado que cada parte del mundo se una con su consorte.
El
sabio dice: Cielo es hombre, y Tierra, mujer. Cuando la Tierra no
tiene
calor, el Cielo se lo manda; cuando pierde su frescor y su rocío,
el
Cielo se lo devuelve. El Cielo hace su ronda, como un marido que trabaja por su
mujer.
Si
esos dos no gustaran placer el uno del otro, ¿por qué habrían de
andar
juntos como novios?
Así
en cada parte de la existencia planteó el deseo de la otra parte.
Día
y noche son enemigos afuera; pero sirven ambos un único fin.
Cada
uno ama al otro en aras de la perfección de su mutuo trabajo.
Sin
la noche, la naturaleza del. Hombre no recibiría ganancia alguna,
y
nada tendría entonces el día para gastar.
(
R. A. Nicholson, Rumi, Londres, George Allen and Unwin, Lid.,
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